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english Échale un poco de imaginación

Desde su más tierna edad, los hijos aprenden de sus progenitores. No hay duda al respecto.

Pero, ¿podría darse el caso contrario y que fueran los niños fuente de inspiración para un adulto?

Si a nosotros mismos, de pequeños, nos hubiesen llegado a decir que los mayores se iban a fijar en nosotros para aprender algo, sin duda nos habríamos quedado pasmados. Sin embargo, la realidad es tozuda y, por muy extraño que parezca, tenemos mucho que aprender de los críos. Veamos qué debemos hacer: Seamos resolutivos. Está sobradamente demostrado que la imaginación y creatividad son armas muy útiles en la resolución de problemas. De modo que, si eres de los que se ahogan en un vaso de agua ante cualquier adversidad, antes de tirar la toalla, deberías pensar como un niño. Podrás afrontar y superar los pequeños obstáculos del día a día con solo aplicar una pequeña dosis de ingenio y fantasía infantil. Haz la prueba y verás.

Hagamos algo nuevo. Deja a un lado la monotonía de la vida adulta. Podemos pensar en cuando éramos pequeños y recordar todo lo que decíamos que queríamos ser, pero nunca pudimos llegar a cumplir. No hablamos de sueños al alcance de muy pocos como ser astronauta, sino de pequeñas cosas como aprender a dibujar o tocar la guitarra. Podemos sentarnos y quejarnos por aquello que anhelábamos y no pudo ser o saltar y comenzar una nueva afición que tuvo su origen en aquel deseo de infancia. Ponte manos a la obra.

Sonriamos más: No te amargues a la primero de cambio y muestra la mejor de tus sonrisas, porque su poder terapéutico es inapelable. Si nos fijáramos en un niño y tomáramos nota de las veces que ríe a lo largo del día, comprenderíamos lo poco que lo hacemos nosotros.

Así que deja de fruncir el ceño y alegra esa cara siempre que puedas.

La llave de la felicidad está en nuestras manos. Podrán inventar pastillas para mejorar nuestro estado de ánimo, pero nada superará el optimismo de un niño. Piensa como uno y serás más feliz. Eso sí, no te pases de la raya, no vaya a ser que te metas demasiado en el papel de imitar a los peques de la casa y dejes de lado algunas de tus responsabilidades de adulto como pagar impuestos, aguantar a tu jefe en el trabajo o hablar del tiempo con los vecinos.