Los inviernos en algunos pueblos y ciudades pueden llegar a ser fríos y aburridos. Por eso, en cuanto suben las temperaturas, mis amigos y yo solemos irnos de acampada. Aprovechamos cualquier rayo de sol para coger nuestras mochilas e irnos al bosque. Nuestras acampadas suelen durar uno o dos días. Salimos de casa con lo imprescindible para no cargarnos de peso: mochila, comida, la tienda de campaña y cuatro cosas más.
Primero, vamos a la estación de tren. Allí escogemos un recorrido que nos lleve hasta algún pueblo bonito y empezamos el viaje. Nada más llegar a nuestro destino, nos ponemos las mochilas y empezamos a caminar. Recorremos a pie varios kilómetros hasta llegar a un claro del bosque. Al terminar la caminata, descansamos un poco y comenzamos a montar la tienda de campaña, hacemos una fogata y preparamos algo de comida para recuperar energías.
Al terminar de comer, cada uno hace lo que quiera para relajarse. Por ejemplo, nadar en el río, ir al bosque a hacer fotografías o simplemente dormir una buena siesta. A mí lo que realmente me gusta es ir a pescar. Me relajo y a la vez tomo el sol. Es una sensación muy agradable. Si consigo pescar algo, lo cocino en la hoguera mientras mis amigos cantan alrededor del fuego. El único momento triste es cuando tenemos que volver al tren en dirección a casa. Aunque alguna noche, cuando estoy en el saco de dormir, echo de menos mi cama…