— ¿Qué tal, Lorena? ¿Vas a ir a la fiesta de cumpleaños de Hugo? Ayer me llamó para invitarme y no pude decirle que no. Pero ahora me están entrando dudas.
— ¿Y eso? ¿Qué dudas puedes tener sobre ir a una fiesta? A una fiesta se va y punto.
— Ya sabes que no soy nada fiestero. Además, de un tiempo a esta parte, siempre me pasa algo cuando salgo de fiesta. ¡Como si fuera una maldición! ¿Te acuerdas de lo que me pasó en Nochevieja? Me atraganté con una uva y casi me voy al otro barrio.
— Es verdad. ¡Vaya susto que nos diste! Menos mal que Hugo te dio un puñetazo en la barriga y la uva salió volando.
— Sí, menuda noche. ¿Y qué me dices de la despedida de soltero de hace dos meses? Nos bebimos hasta el agua de los floreros. Y luego Hugo tuvo la brillante idea de irnos a un parque de atracciones.
— ¿Eso fue cuando te caíste del carrusel y Hugo te llevo al hospital?
— Exactamente. Dos costillas fracturadas y un mes de baja.
— Claro. ¿A quién se le ocurre subirse ahí?
— Y no te olvides del Carnaval. Al hijo de Hugo se le escapó el globo que tenía en la mano. Y cuando di el primer paso para intentar cogerlo, me pasó una moto por encima del pie. Llevo meses sin poder caminar bien.
— Fíjate. En todas las desgracias, Hugo está siempre cerca. Qué casualidad, ¿verdad?
— No, no, no, no… nada de casualidad. Hugo me da mala suerte. Por eso, tengo miedo de ir a su cumple.
— ¿En serio? ¿Ahora eres supersticioso?
— Vale, voy al cumple. Pero asegúrate de que sobreviva, por favor. Mi vida está en tus manos.