— Hola, Miguel. ¡Qué sorpresa! ¿Tú también haces la compra en este supermercado?
— Bueno, no siempre. A veces paso por aquí porque lo tengo cerca de la oficina. Estoy comprando algo para cenar.
— A ver,… una pizza congelada, un refresco y una caja de helados. Ya veo que no estás a dieta.
— ¿Qué pasa? ¿Tienes algún problema con mis gustos?
— Hombre, ya sabes que soy dietista. No me gusta ver a un amigo comer tan mal. Vamos a escoger una cena sana. De primero, una ensalada y de segundo, pavo.
— Bueno, lo acepto si puedo escoger algo bueno de postre.
— El mejor postre es la fruta: una manzana, una pera, unas uvas…
— No, no. Nada de fruta. Ya sabes que la odio.
— ¿Te parece bien un yogur? ¿Y un poco de chocolate negro?
— Eso ya suena mejor. ¿Sabes? ¿Por qué no seguimos y me ayudas a hacer la compra de la semana?
— ¿Ahora? Imposible. Mis amigos me están esperando en casa para ver juntos el partido de fútbol. Solo he venido a por helado, cervezas y unas pizzas.